viernes, 6 de mayo de 2016

Caridad

Recibo una llamada. Me comunican que un familiar lejano ha fallecido y que me ha nombrado como heredero. Pregunto a mis padres acerca de ese familiar ya que no se quien es. Una vez resuelto el enigma pienso en cómo puede afectar a mi vida el recibir una herencia. Tapar agujeros, algún capricho y el resto, si queda algo, ahorrado para el futuro.

Llega la mañana siguiente y me preparo para ir a la notaría donde se procederá a la lectura del testamento. Yo esperaba encontrarme con más gente pero...¡Sorpresa! Soy el único heredero y por lo que me contaron mis padres, el susodicho fallecido tenia dinero a raudales. Me siento inquieto, era la primera vez que me pasaba una cosa de esas y se que al heredar hay que abonar un pico en impuestos antes de recibir la herencia y sinceramente, dinero para poder pagar eso a priori no tengo.

Me hacen pasar a un despacho lujosamente decorado aunque de estilo moderno y muy elegante. Todo medido y pensado para dar confort. La secretaria me ofrece tomar algo pero cortesmente declino la ofrecimiento. Me indica que el notario llega en escasos minutos y que puedo tomar asiento.

Intento prepararme mentalmente para lo que va a suceder. Se me ocurre que hacer con el dinero. Caprichos, viajes, tapar un par de agujeros que tengo, un año sabático... todo dependerá de cuánto reciba y sobretodo, si podré pagar las tasas para recibirlo.

El notario entra. Un señor trajeado, rondando el medio siglo y con cara de pocos amigos. Me da las gracias por ser puntual y me invita a tomar asiento frente a su escritorio. Abre un sobre sellado con cera y del cual extrae un documento que por el color de ambos parece que tiene muchos años. Me explica el parentesco que me une al fallecido y que aunque yo no supiera de la existencia de ese hombre, él había hecho investigar a toda la familia para poder decidir a quien dejaba sus bienes materiales y el elegido había sido yo por varios motivos, pero que el principal es por como soy.

Dicho esto me informa que mi benefactor había corrido con todos los gastos administrativos y de aranceles que el traspaso exigían y que por tanto yo no tengo que preocuparme por el dinero. Simplemente tengo que decidir que hacer con él. Se me había puesto el símbolo del dolar en las pupilas. Me veía nadando entre billetes como si fuera el tío Gilito. Volvo al mundo real después de divagar unos segundos y el notario me da el mazazo. Mi condición de heredero consiste en administrar los bienes materiales del difunto, pero no en uso personal sino en repartirlo en las organizaciones caritativas que yo vea oportunas para que éstas puedan dar una vida mejor a los necesitados.

Se me cae el mundo encima. Me da miedo preguntar a cuanto asciende la cantidad que debo donar en nombre del benefactor. Se me debe notar en la cara la incertidumbre y también algo de decepción al no poder quedarme con nada. Asumo los hechos y le pregunto cuánto tiempo tengo para poder decidirme y la cuantía de la herencia. Casi se me rompe la mandíbula cuando oigo 20 millones. 3 casas, una granja y dos naves industriales vacías del polígono del pueblo. Una semana para decidir. Me entrega un manojo de llaves y me indica que puedo visitar los inmuebles para decidir que usos darle y que la secretaria me diera cita para la siguiente semana para formalizar todo el papeleo.

No se que hacer, voy al bar a reflexionar con un malta on the rocks. Voy a indagar sobre esas propiedades. La primera es un piso situado en una calle del centro. El mobiliario es nuevo y está bien equipado. Listo para ser mudarse. El segundo es una casa grande pero que está en las mismas condiciones que el piso. Listo para ir a vivir ahí. El tercero es una sorpresa para mi, una mansión en las afueras pero cuando entro en la propiedad me doy cuenta que no es como las otras dos. Ésos inmuebles habían sido reformados no hacía mucho, en cambio, la mansión está muy descuidada, el jardín parece una selva caótica. Se me pone la piel de gallina. Me meto en la casa por la entrada principal y el olor a cerrado y a rancio me da una bofetada. Abro del todo la puerta doble para que se airee y miro al suelo por si algún enjambre de ratas o alimañas deciden salir al mundo exterior. Pasados dos minutos no ha salido nada de la casa. Entro, echo un vistazo y veo que por dentro es como por fuera, un completo desastre. Lo más joven que hay aquí soy yo y ya paso de los 30 años. La cocina es de hierro forjado, calculo que de principios del siglo XX, el resto, cosas viejas y si funcionan tampoco tienen mucho valor. Al otro lado hay un salón muy grande también con todos los muebles carcomidos. Seguidamente está la biblioteca que aunque vieja, puede tener valor económico además de todo el valor cultural que pueden tener esas aproximadamente 10 mil referencias. Vuelvo a la entrada principal y subo por la escalera victoriana asta la primera planta. Me doy una vuelta y compruebo que tiene 16 habitaciones cada una con su baño y en la segunda planta, hay dos grandes salas más usadas a modo de desván. Ya solo me queda ir a la granja. La sorpresa es mayúscula ya que esa es la joya de la corona. Estupendamente equipada, en funcionamiento, y al parecer muy bien gestionada por los los arrendatarios. Me preguntan por mis ideas acerca de la propiedad y les digo que no tienen motivo de preocupación, que no perderán nada de lo que tienen ahí ni trabajo ni vivienda.

Vuelvo a casa y hablo con mi abuela, la única persona que había tenido algo de trato con su primo de jóvenes y que hacía como 50 años que no se veían. Le pregunto sobre él, que recuerda de su personalidad y sus aficiones. Ella, no recuerda mucho de él, simplemente que de joven ya apuntaba maneras de tacaño y ahorrador. Muy buen negociador pero sobretodo un gran amante de la tierra en la que vivía. Era conocedor de las fincas de la isla, las calas, las playas, los tipos de rocas, plantas y animales que aquí habitan.

Paso días meditando y durmiendo poco. Es mucho dinero para repartirlo a la ligera y no iba a dejar que se lo quedara el Estado por rechazar la herencia. No me había costado nada el disponer de ese dinero así que mejor usarlo para buenas causas.

Llega el día de la cita con el notario. El mismo protocolo que la otra vez. La secretaria muy efectiva pero volví a rechazar el café. Necesitaba tener las ideas muy claras y no alterarme. Había pensado en ideas algo revolucionarias para con el dinero de la herencia y necesitaba que se hicieran realidad. Había hecho mio un proyecto de futuro que aunque no me reportara ningún beneficio económico si puede ofrecerme muchas satisfacciones emocionales que realmente son las importantes.

En esta ocasión, en vez de entrar en el despacho, nos reunimos en una pequeña sala de reuniones donde había bastantes papeles muy bien ordenados. El notario me indica que ha preparado varios dossieres ya que no sabia a cuantas organizaciones voy a donar el dinero. Le digo que no voy a donar el dinero y sin darme opción a explicarme me da un papel y una pluma para que firme y así ceder ese dinero al Estado. Lo miro y le digo que eso no pienso firmarlo. Antes hago una donación equitativa a todas las organizaciones que ya hay en el pueblo que hago eso. Hay que crear una fundación. Usar el dinero para crear oportunidades reales de empleo para gente sin recursos y formarlos de manera correcta en base a las necesidades de mercado y las preferencias de cada usuario de estos programas. Crear becas para estudiantes. Reformar la mansión en un hotel para poder crear empleo y los beneficios del mismo vayan a la fundación ya que será un activo de la misma. En cuanto a la granja, seguir como está y tratar de ampliar la propiedad y mejorar la gestión. Las dos naves del polígono no las tocaría de momento para poder más adelante usarlas en algún proyecto de nueva empresa que se gestione a través de la fundación. La casa del pueblo la usaría como casa de emergencia para mujeres maltratadas y la otra, usarla como centro de estudio para estudiantes con pocos recursos y que necesiten clases de repaso.

El notario me escucha con una admirable atención o con un pasotismo realmente bien camuflado. Cuando acabo con toda la perorata que le suelto me dice en un tono más propio de un ser de ultratumba que de otra cosa: me parece una idea magnífica pero eso implica mucho más papeleo y tendremos posponerlo unos días más para que pueda prepararlo. Solo una cosa ¿quién va a estar al frente de la fundación? Póngame a mi de momento que ya formaremos a algún abogado para que lleve la gestión. Me obsequia con una media sonrisa, se levanta, me tiende la mano y yo cortesmente sello el trato con él. Ya sabia el viejo Miguel que usted haría las cosas como él quería. Una vez firmados todos los papeles y pongamos en marcha todo este macro proyecto, usted va a recibir su verdadera herencia. La satisfacción de ayudar al prójimo y para que no se le haga muy cuesta arriba ya que va a tener que trabajar mucho y que sepa que yo soy por deseo expreso de nuestro benefactor el administrador de sus bienes hasta que me puedan relevar con todos los gastos ya pagados y para que usted pueda dedicarse en cuerpo y alma al proyecto digamos que hay una cuenta bancaria con su nombre y que va a tener dinero para poder vivir bien el resto de su vida sin preocupaciones, bueno... las que le conlleve su nuevo trabajo.

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