viernes, 6 de mayo de 2016

Radar anti muebles

Mientras echo una partida de ajedrez con Morfeo noto mucha sequedad en la boca. Me pasa a la garganta. Empiezo a notar la boca pastosa y me distrae de la partida. Mueve Morfeo y lo veo perdido, jaque en 3 movimientos. Tumbo a mi rey. Con la poca dignidad que me queda admito la derrota. La sequedad de mi garganta va en aumento. Me despierto. La noche es oscura y la inamovible farola del otro lado de la calle le da vida. Su luz penetra en la habitación como si familia del astro rey fuera. Me levanto y me dirijo a la cocina con el sigilo de un ninja. El reloj de la mesita de noche marca las 3:18 y todos duermen. Me sirvo 3 vasos de tan preciado líquido y me voy a dormir otra vez. Subo las escaleras y aunque lo veo venir no puedo evitar el desastre. El dedo meñique del pie derecho, el más preciso radar nocturno para el descubrimiento de muebles y demás objetos extraños estrategicamente colocados por ese ser supremo en la casa a quien llamo Mama. Se que está ahí, en el pasillo. Un baúl de madera. Relleno de cosas que todos tiraríamos pero que las madres suelen guardar porque son recuerdos. En ese momento, el primer segundo después de haber impactado contra esa esquina, yo hubiese lanzado el contenido y el continente por la ventana pero en vez de eso, resoplé para no dar un agudo grito de dolor. Los latidos de mi corazón se empezaron a acelerar y en vez de notar el vaivén de tan preciado músculo en su sitio, parecía haberse comprimido y mudado hasta ese apéndice podal que tanto me dolía. Presuroso entré en mi cuarto y una vez dentro y con la puerta cerrada enciendo la luz y me encuentro con el desastre. Se me ha averiado el radar; pero de tal forma que en vez de ir a dormir como tantas otras veces tuve que cambiar los protocolos y despertar a quien pudiera llevarme al mecánico. El dedo estaba fuera de lugar, como ese baúl que me lo destrozó.

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