lunes, 2 de mayo de 2016

Angelical

Cada día en el mismo sitio, más o menos a la misma hora. Te veo ahí tumbada en el parque. Supongo que yo sólo soy una sombra que pasa corriendo cada mañana. Estás con los auriculares puestos y tu móvil sobre la tripa. Hace semanas que me pregunto cómo te llamas. Siempre estás al lado de los limoneros. ¿Te gusta el azahar? Cada vez que lo huelo me recuerda a ti. La chica del limonero. Hoy, por fin te he podido ver esa maravillosa sonrisa. Creo que una abeja ha llamado tu atención por la proximidad de su vuelo y te incorporaste. Un poco más y tropiezo conmigo mismo mientras me deleito viendo esa media sonrisa que dibujan tus labios. Tus ojos se fijan en mi torpeza y te quedas mirando en plan, que hace este imbécil, pero yo, yo me fundo mientras tengo la fortuna de recuperar el equilibrio y no caerme de bruces.

Al día siguiente espero verte ahí, donde siempre. Espero no haberte asustado con mi incursión en tu mundo el día anterior. Me dirijo hacia nuestro secreto encuentro, hoy más sudoroso que otros días aunque la temperatura sea muy agradable, tirando a fresquita. Voy corriendo con miedo, por si no vuelvo a verte más. Tu belleza quedó marcada a fuego en mi memoria. Me acerco y voy acelerando el paso para que el momento llegue antes pero luego pienso. Freno un poco el ritmo. Si voy demasiado rápido casi no podre verte y no quiero volver a caerme. Sin embargo, si voy demasiado lento pareceré sospechoso. Cuando considero que tengo la velocidad adecuada la mantengo y en la siguiente curva apareces. Esta vez estas sentada cerca de los limoneros pero no en el mismo lugar de siempre. Estas unos dos metros más cerca de mi. Sentada con esa camiseta verde de tirantes que tan bien te queda. Estas concentrada con la música y tu pelo va ondulando las mechas cobrizas sobre fondo moreno al ritmo de la brisa y el movimiento de tu cabeza. ¿Qué música escuchas? Cuando llego a la misma altura que estás, levantas algo la cabeza y me miras. Durante unas décimas de segundo nuestras miradas se cruzan y yo me derrito. Sigo mi camino y me siento pletórico.

Una mañana más. ¿Estás ahí? Mi corazón bombea acelerado. Espero con ansia nuestro encuentro. Voy a la misma velocidad que ayer, pero no estás. Miro el reloj, veo que es la hora de siempre pero no estás; decido dar por finalizado el entrenamiento. Voy donde siempre te pones. Tu mirada acude a mi mente en cuanto mis fosas nasales perciben el aroma de azahar. Me siento y pongo las manos en las rodillas. Hundo mi cabeza entre mis brazos y espero a que mi corazón modere su velocidad.

Yo sentía un poco lástima de mi mismo; no había sido capaz de acercarme a ti ni una sola vez desde hacía unas semanas que te vi. Mi mente empieza a divagar en pensamientos de lo que podría haber sido pero no era. Huele a manzana, un dulce aroma de manzana ácida. ¿Me estaba volviendo loco? Noto una presencia a mi lado. ¿Eres tu? Poco a poco levanto mi cabeza y te veo ahí. Sonriente. Comiéndote una manzana.

  • Estás en mi sitio!
  • Perdona, pero hoy no estaba ocupado.
  • Bueno, te dejo quedarte por aquí.
  • Tranquila que me marcho, no quiero estorbarte mientras escuchas música.
  • ¿Quieres una chocolatina?
  • No, gracias. Mejor me voy a casa, que necesito refrescarme.
  • Como quieras, pero mañana en vez de venir corriendo, ven paseando.
  • ¿Por qué?
  • Porque mañana vas a ser valiente, te acercarás, te presentarás y me pedirás la cita que llevo dos semanas esperando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario