domingo, 8 de mayo de 2016

Penas que nadan

No recuerdo si fue viernes o sábado por la noche. Acabé de trabajar y dos chicas me invitaron a acompañarlas a tomar algo en el mismo bar. Yo, acepté. Empezamos a contar batallitas, a reírnos de nosotros mismos, del mundo que nos rodea y así, sorbo a sorbo fuimos intoxicando nuestras almas a base de jarabe de alcohol.

Llevábamos horas diciendo que nos íbamos a ir a casa, cada uno a la suya, pero el ambiente relajado y distendido y la sed de dos de nosotros hizo que la otra se fuera quedando hasta que ya por imperativo legal nos dejó ahí plantados, como dos macetas más en una terraza chill out saboreando humo de cigarrillo como si de incienso se tratara.

Entre nosotros nunca ha habido una gran amistad, de echo, como se dice en los pueblos nos conocemos de vista. Vamos, de vernos por el pueblo pero poco más. Pero ahí estábamos, esperando a que fuera de día o a que nos echaran del bar. Por suerte, se hizo de día antes. Pero ese día, aunque el sol salía con potencia a pesar de ser las 7 de la mañana, estaba nublado por unas diamantinas nubes que salieron en forma de gota rozando tus maravillosos ojos. Ya sabía que eres una mujer fuerte, con carácter, luchadora, etc (ya se sabe que en los pueblos todos saben de todos).

Tuviste un momento de debilidad y me contaste algunas cosas de tu vida personal (que no viene al caso decir) de las que yo no sabía nada. Vi que eres mucho más fuerte, decidida, luchadora, más mujer por decirlo así tal y como lo pienso. Llevas en tu espalda un barco muy grande y eso es de admiración y de quitarse el sombrero más que nada por el echo en si, pero también porque no dejas que se vea como te sientes. Cabe decir que ese día me sentí un privilegiado por ser audiencia y recibir esa confianza por tu parte.

Mientras te acompañaba a tu casa y te seguías sincerando conmigo y yo también te confesé algunas de mis penas te dije: ¿Porqué has bebido tanto? ¿Piensas olvidar así? Y tú, muy seria me dijiste: Para ahogar las penas. Acto seguido en un arrebato de lucidez mañanera te digo: ¿Como piensas ahogarlas? Las penas saben nadar. Con tantas borracheras que llevamos si se ahogaran ya no tendríamos penas. Y ahí ocurrió el milagro. Sacaste una carcajada espontánea, inocente, preciosa.

La vida, es una mierda. Hoy en día tenemos de todo y nos falta lo más importante. Ser felices. No soy nadie para dar consejos, pero muchas veces esa persona que tiene esa angustia mental, sentimental, etc. Sólo necesita a alguien que le escuche. Tenemos un café pendiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario