domingo, 7 de agosto de 2016

Autorretrato a lo Grey

Sediento, con un sabor ferroso en la boca y con dolor. La negrura me envuelve, me protege a priori de mis miedos a lo desconocido. aunque tal vez me hace vulnerable y puedo ser presa de algún ente noctámbulo y me esté acechando. Intento serenarme, saber donde me encuentro. El aire está viciado, corrompido y sulfuroso. La leve brisa que se mueve no limpia, carga más la densidad y huele más a descomposición. A lo lejos, aunque no se cuanto por el entumecimiento de mi cabeza, se oye un goteo, lento pero constante. Tengo miedo a intentar moverme, el dolor de mi cuerpo es muy fuerte y mi mente no se siente con fuerzas para contrarrestarlo. Vuelvo a perder la consciencia. 

Parece que he descansado, el tiempo que llevo tirado en este pútrido suelo me ha ayudado a arrojar algo de luz. Mi cabeza ya no da tantas vueltas y pienso. ¿Dónde estoy? ¿Cómo y por qué he llegado aquí? Escarbo en mi dolorida memoria y no encuentro motivos para este sufrimiento. Aparece ante mi un espejo. Bien iluminado y me veo. Ahí estoy como si nada hubiera pasado, risueño, alegre y sin problemas. Como si fuera Dorian Grey pero intercambiando los papeles. Mi autodestrucción es la realidad y mi yo bueno es el que está en ese mundo paralelo, escondido tras el espejo. 

Empiezo a mirarme, realmente no estoy herido ni magullado ni estoy en un sitio oscuro ni putrefacto. Soy víctima de mis propios demonios, mis miedos me corrompen y me hacen ver todo ennegrecido. 
Si no cambio, me voy a hundir en mis agonías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario