miércoles, 22 de junio de 2016

Historia de visillo

A ti, que no te conozco y mucho menos tu me conoces a mi. Cada día pasas a mi lado pero no me ves. Estoy escondido tras el visillo de la ventana detrás de la parada del autobús. Sea verano o invierno suno unos dedos el cristal para cuando llegas y te vas, por si tengo suerte y puedo oir tu voz, para respirar las fragancias que tu estela reparte por donde pisas. Me siento mal por espiarte y por otro lado, ansío la llegada del momento en que aparezcas en mi campo visual. Tranquila, que no te molestaré ni te diré nada nunca. No estoy a la altura de una diosa de la belleza como tú. Hace años que te vi por primera vez, cupido me lanzó todas las flechas que tenía a mano cuando levanté los ojos y al mirar por la ventana estabas tú, radiante, sonriendo. Yo tenía en ese momento ocho años y tu pues mas o menos como yo. Siempre me pregunto quién eres, cómo te llamas e incluso me he llegado a preguntar si serías capaz de aceptarme como amigo. No puedo aspirar a más y tu no mereces una carga como yo. Siempre te veo sola, tanto a la mañana cuando vas como al atardecer cuando vuelves. Creo que a mi manera he empezado a quererte. Es que son muchos años intentando descubrirte. Se que eres muy friolera, que te gusta llevar el pelo rizado aunque si quieres impresionar a alguien te lo alisas. También se que durante el día haces algo que te gusta pero cuando vuelves, se te ve triste. Se que no estás sola, pero no te sientes a gusto con la compañía. También he descubierto tu voz, aunque pocas veces la he oído. Es dulce, tierna, maravillosa, harmoniosa y melodiosa. Y aquí sigo, esperando a que vayas a ese sitio que te hace feliz, como cada mañana todos estos años. Detrás del visillo estaré hasta que de mi te olvides, que aunque no me conozcas, ni yo a ti, cuando no te veo, me falta algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario