miércoles, 11 de mayo de 2016

Trasplante de libertad

Cada día igual. A la misma hora toque de queda y luces fuera. A las 22 tenemos que apagar las luces; normativa de régimen interno. A mi no me importa tener la luz apagada; lo que si me importa es no poder leer algo antes de dormir. Si no tengo un libro para relajarme, empiezo a dar vueltas sobre el incómodo colchón de muelles de mi habitación. Ya sabía que como cada noche desde hacía 23 años 9 meses y 18 días me costaría conciliar el sueño. Me lavo los dientes (me pondría pijama, pero llevamos uniforme naranja butano fluorescente) y me meto en la cama. Me pongo a pensar en las ganas que tengo de ver las estrellas, como cuando era pequeño y vivía en la granja de la familia. Cada noche me dormía mirando el firmamento. Intentaba contarlas, pero lógicamente me perdía hasta que llegué a la conclusión que si me preguntaban cuantas hay, pues hay muchas.

Creo que serían las 2 am cuando oigo ruidos de pasos. Los guardias no suelen pasear a esas horas; simplemente controlan todo con las cámaras. No había ninguna ejecución programada para hoy. Ni el cura ha aparecido ni han traído cena especial para nadie. Esto no huele bien. Oigo como los pasos se van acercando lentamente. Creo identificar 2 personas. Me hago el dormido pero mi oído está mucho más despierto que de costumbre. Noto un cuchicheo cerca. Se paran. Abro un poco los ojos sabiendo que ellos no pueden verlo y ahí están; delante de mi celda. La visión me aterroriza. Son dos hombres de grandes proporciones. Armados hasta los dientes, con traje de camuflaje y gafas de visión nocturna. ¿Quiénes son? ¿Por qué me han elegido a mi? Cierro otra vez los ojos y me quedo a la espera. Más lentamente que antes se ponen a mi lado y me siento muy observado. Me apartan un poco la manta y noto un pinchazo en el cuello. Soy hombre muerto.

Poco a poco recupero el conocimiento. Estoy sobre una camilla atado de brazos, piernas y cabeza. Tengo la boca pastosa y la visión nublada. Tengo un potente foco sobre mi. Oigo ruidos metálicos a mi izquierda y sonido de agua corriendo a la derecha. Cojo conciencia de que estoy en un quirófano.
Al ver que voy despertando, me ponen una mascarilla y vuelvo a quedar en estado semiinconsciente pero oigo algo que hace que me entre un pánico aún mayor. Van a matarme para vender mis órganos. Yo no quiero morir. Vivo en una cárcel, pero no quiero morir. Noto como me ponen sensores por el pecho mientras las máquinas inundan la sala con sus rítmicos pitidos.

Ya no hay vuelta atrás. Nadie va a saber de mi. Sólo soy un numero de celda que va a ocupar otro recluso. Sólo espero que quienes reciban mis órganos sepan apreciar la luz de las estrellas y me lleven a verlas cada día. Seré libre, en el cuerpo de otros.

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