jueves, 26 de mayo de 2016

Réquiem por una cuca

Sigiloso vigilo la entrada del club. Escudado en la oscuridad del callejón situado en frente, amparado de las miradas delatadoras de los asistentes a la fiesta de inauguración. Que ingenuos son. No saben lo que les espera. Calculo cual es el mejor momento para infiltrarme en el objetivo. Tengo todo preparado para un ataque frontal y desgarrador. Allá voy. Cruzo la calle zigzagueando para no ser divisado por esos repelentes humanos. Quieren convertirse en los reyes de la noche cuando el rey soy yo. Ya casi estoy ahí. Escalo el bordillo y sorpresa. Una asquerosa humana casi me pisa y si no fuera poco ha expulsado esos gases de defensa tan molestos por el cañón de su falda de tubo. Suerte que llevo mascarilla por si acaso. Voy esquivando zapatos y tacones. Me aferro a la pared, parece que no he sido divisado. La operación exterminio sigue avanzando. Ya veo la puerta. Está a 15 centímetros hacia el este. Voy a tener que ser muy veloz. Los gorilas que la custodian abren y cierran para que sólo entren algunos especímenes. El ruido es ensordecedor y las vibraciones me hacen saltar. Vuelve a abrirse la puerta y ese es el momento. Raudo y veloz recorro esos centímetros para llegar a la gloria personal y justo noto la moqueta bajo mis patas siento dolor, mucho dolor y una presión enorme en mi cuerpo. Ya no podía seguir. Mi vida abandonaba la misión. Algún compañero me vengará e infectará de nuestros descendientes ese local.

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