viernes, 27 de mayo de 2016

Piscolabis pre desayuno.

Entreabro los ojos. Es muy tarde aunque más temprano todavía. El murmullo de un motor acompañado de una giratoria luz anaranjada me informan que está cerca de casa el camión de la basura. Me noto pegajoso. Estoy sudado y hace mucho calor en mi cuarto. Las ventanas están abiertas aunque no se nota. Una manada de tigres empieza a rugir en mi estómago. Parece que la ensalada que me hice para cenar está más perdida que un libro en T5. Miro el reloj de mi movil. Son más de las 3. Decido levantarme e ir a mirar si queda algo comible en la nevera. No me apetece cocinar. Y no me acordaba que tenia que haber comprado leche para poder desayunar. Me pongo unas chanclas y emprendo mi habitual aventura nocturna. Bajar al portal sin hacer ruido, tampoco es plan de molestar a los vecinos. Un noche estrellada aparece ante mi. Las calles están desiertas y no hay señales de vida en el interior de las casas. No hay luces encendidas y algunas farolas ya ni se encienden. Al pasar por la plaza, el reloj marca la media de la hora con sus toques de campanas y calle arriba se divisa esa tenue luz que apaga mis rugidos. Me acerco casi babeando. El inconfundible aroma a pan recién hecho me da la felicidad. Abro el gancho de la puerta y se me hace la boca agua. Elijo lo que me apetece, pago y me dirijo a un parque cercano. Me siento en una pared y observando el universo en una noche tan clara como esta deleito mis papilas gustativas con tan exquisitos manjares. Me fumo un cigarro y otra vez para casa. El paseo me sienta bien. Me entra otra vez sueño. Al llegar, me lavo los dientes y otra vez a dormir.

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